CRONICA del CONCIERTO de THE FUZZTONES en BARCELONA / Ruta 66


The Fuzztones – Sala Upload (Barcelona)

He estado ¿veinticinco? años sin ver a los Fuzztones. Aquél concierto en sala Mephisto, acompañados por unos Diamond Dogs sin Sulo, hizo mucho daño a los que, seamos sinceros, tampoco éramos fans acérrimos del grupo. Aquello fue débil, una mala versión de la que había sido una gran banda con una personalidad muy marcada; una tomadura de pelo. Así que no es de extrañar que tantos nos hayamos mantenidos alejados de los Fuzztones.

El tiempo ha pasado y este lo cura todo. Bueno, eso y que la gira presente se anunció con la excusa del 40 aniversario de Lysergic Emanations, uno de los mejores debuts de todos los tiempos (punto). Aparte, algunos amigos me habían advertido que la cosa había mejorado mucho respecto a aquel concierto en la vieja Mephisto. A ver, la banda es excelente, interpreta esos temas con garra, pasión y cierta personalidad.

Me encantó el batería Marco Rivagli, un italiano con más pretensiones de salir en las fotos que Sofia Loren, pero digno de un pulso brutal, con la suficiente locura para hacer de lo suyo algo excitante y, lejos de parecer un idiota, imprimiendo locura y simpatía a todo lo que tocaba. Marco es un digno heredero de Viv Prince, el legendario batería de los Pretty Things, recientemente fallecido.

Y luego está Rudi Protrudi, el Fuzztone mayor, el motivo por el que estábamos allí… Se tambalea, cae y se levanta, culpa a un hibrido de droga que alguien le había proporcionado, toca bien y mal la guitarra de forma que resulta inimitable, canta como una versión envejecida de Jim Morrison y te hace entender que la durabilidad en un escenario provoca cicatrices. Rudi sobrevive, pero cualquier concierto suyo puede ser el último, así que mejor asiste a un concierto de los Fuzztones mientras tengas la oportunidad.

Sonó el mencionado Lysergic en su totalidad y algunos bonus tracks. Gente joven en las primeras filas y la teclista de los sevillanos Smoggers, que habían abierto la jornada a base de divino Garage y el «Going All The Way» de los Squires, flipando como una adolescente. No se le podía pedir más a la noche. Para cuando Rudi entonó «In-A-Gadda-Da-Vida» de Iron Butterfly ya andábamos lo suficientemente pedos como para perdonarlo todo.

Texto y fotos: Sergio Martos

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