Crónica del concierto de THE SMOGGERS en la sala Hollander (Sevilla) /

 Puede ser una imagen de una persona y guitarra

La mano de hierro del avance musical -retroceso, para muchos- puede haber borrado casi todos los puntos de referencia del rock and roll en Sevilla, pero anoche, en el pegajoso ambiente de la Sala Hollander, su espíritu troglodita seguía vivo, aunque su edad media pase ampliamente de los cuarenta tacos, y hacía muchísimo tiempo que no se veía la sala tan animada y llena de gente como lo estuvo para ver a los Scopetones y los Smoggers. Tanta gente había que antes de que estos estuviesen siquiera en mitad de su concierto se había terminado la cerveza y la casi totalidad del resto de las bebidas. A ver si ese troglodita que todos llevamos dentro sale más veces de su cueva y no en ocasiones tan contadas como la de anoche, que ni siquiera los responsables de la sala, que la mantienen hace años, además de un montón de locales de ensayo, por lo que algo sabrán del flujo del rock en Sevilla, habían previsto este desbordamiento.

Los Scopetones estuvieron anoche en su salsa; sin las normales limitaciones de tiempo de una banda que abre para otra, ni las restricciones horarias de salas que luego tienen sesiones de club, creo que debieron tocar todas las canciones que tienen, tanto las pocas propias como las muchas versiones de disparos garageros de serie B que tan bien les salen. Se entregaron a ello con una intensidad que actuó como decapante para todos esos prejuicios que mantenemos sobre las bandas de versiones y un efecto incluso lascivo proporcionado por quienes estaban al frente en el escenario, ella y él, bastante más enloquecidos que la sección rítmica y el guitarrista, que siempre se mantuvieron en un segundo plano discreto y elegante; incluso muy elegante, en todos los sentidos del término, por parte de Juanma, el bajista. Su concierto fue un viaje en montaña rusa que nos sumergió en una serie de canciones, bien hechas, divertidas, que aunque permaneciesen ancladas en la corriente principal de los Nuggets de la segunda mitad de los 60, encontraron su camino con gran facilidad. Todos son músicos bien ensayados y entienden sus roles a la perfección; la batería era sólida y nunca perdía el ritmo, lo que le venía muy bien a la fluidez de las canciones; los matices sutiles del bajo mantuvieron la solidez, y la guitarra, tras superar los problemas iniciales que la dejaron muda, lanzaba solos competentes y seguros, que mantuvieron las cosas vivas y coleando. La voz, la armónica, el saxo y el juego que se traían los de delante, fueron la guinda del pastel.

Los Smoggers tuvieron una presencia imponente en el escenario. Fernando es un líder consumado, pero a cada uno de los demás miembros de la banda le gustaba la música que hacían y se notaba. Se podía sentir la energía mientras fluía de la red eléctrica que habían formado y era absorbida por la audiencia. Es curioso que siendo esta la banda de garage rock de mayor reconocimiento en nuestra ciudad, artífice de un sonido crudo y áspero que tanto gusta a muchos sectores del público musical local, apenas tengan conciertos en Sevilla.

Cuando aparecieron en el escenario todavía estábamos muchos fuera de la sala, bebiendo, fumando y charlando, pero todos entramos en tropel y el ambiente se fue volviendo más fuerte y bullicioso con cada nota que tocaban. En la segunda canción, ya todos más o menos en sus sitios, los Smoggers llevaron la energía al siguiente nivel y, a juzgar por la cantidad de botes, bailes y gritos, todos se estaban divirtiendo y las cosas ya solo mejorarían a partir de ahí.

Fuzz, garage, rock and roll; eso es lo que íbamos a buscar y desde el principio lo tuvimos con los Smoggers. Ellos son simple y llanamente el garage que nunca morirá, el que existirá mientras tres tíos y Ana empuñen sus instrumentos con ganas de bronca y diversión y otro se ponga al frente de ellos para dejarse la garganta en cada concierto. Los Smoggers toman prestado de todos lados, pero eso no importa cuando se consigue acabar todo un concierto sin aburrir lo más mínimo, siempre potentes en su manera de moverse por su bien referenciado estilo. Sorpresas, apenas, si acaso las de las canciones de su último disco, que todavía no tenemos demasiado escuchadas; todo descargas eléctricas garageras, disparadas con convicción y la guitarra de Toni tirando a matar. El feedback con la gente funcionó perfectamente y el público respondió muy bien. Puede parecer que el rock'n'roll está desapareciendo, pero repito que en noches como esta, sientes que su corazón subterráneo latirá para siempre.

Texto: José Miguel Carrasco
Foto: Angla Oliva

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