Crónica del concierto de THE OXYS en la sala Mardi Gras (A Coruña) / Mondo Sonoro


UNO DE LOS DEBATES más recurrentes en el mundo de la música es acerca del estado en el que se encuentra el rock, pero lo cierto es que conciertos como el de The Oxys en la sala Mardi Gras de A Coruña son suficientes para afirmar que está más vivo que nunca. Y es que la banda de Austin se presentó en la ciudad herculina dentro de una extensa gira con la que están recorriendo parte de la geografía española, y lo hizo para ofrecer un concierto que se podria catalogar como breve pero muy intenso.
Apenas fueron cuarenta y cinco los minutos que los americanos estuvieron sobre el escenario, pero sin ninguna duda fue un tiempo muy bien aprovechado en el cual repasaron las canciones de "A Date With the Oxys" (22) y "Generation Irrelevant"(23), sus dos primeros álbumes de estudio.
El público estuvo frío en las primeras can-ciones, casi tanto como el tiempo que había en el exterior, e incluso algunos tenían adoptada una posición de codo en barra que parecía que no iba a cambiar hasta el final. Pero, con el paso de las canciones, los americanos fueron contagiando su intensidad a los allí presentes. Lo hicieron con un directo que suena infinitamente mejor que las versiones digitales, tanto que prácticamente no quedó nadie en posición estática y hasta ese codo apoyado terminó con todo el cuerpo en medio de la salta pegando brincos. Cierto es que la sala no colgó el cartel de no hay entradas, algo que a toro pasado resulta triste por la oportunidad perdida de haber disfrutado de una banda que está en plena forma. De preguntar a los presentes, la mayoría seguramente puedan afirmar su satisfacción por lo vivido, encantados de seguir en esa espiral de música y locura sin importar nada más. Al grito de "una más" pusieron el cierre a la noche al entonar su propia versión de "Chinese Rock" de Ramones, elevando la demencia a un nivel superior con Rob Williamson golpeando con su cabeza los platos de la batería, ante un público que se deshizo en aplausos y gritos de júbilo ante lo vivido y con una sala en la cual la temperatura terminó siendo tan elevada que todos los cristales terminaron empañados, testigos también de lo allí vi-vido.

DANIEL POSE

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