Crónica del concierto de NASHVILLE PUSSY en GIJON (Sala Acapulco) ⚡︎ Heavy Metal Brigade

Crónica: Nashville Pussy + Leather Boys (Gijón 11/10/2024)

15/10/2024



Casi veinte años para este par de servidores sin ver al matrimonio Cartwright eran muchos años. Por eso cuando se supo de una nueva venida del «Coño de Nashville» a nuestros dominios, la cita pasó de inmediato a contar como ineludible. Acompañados por la buena gente de Leather Boys, con la Sala Acapulco como marco y a pesar del desplazamiento que nos aguardaba para la jornada siguiente, allí que plantamos nuestras herramientas cara a confeccionar la crónica que hoy os brindamos.

Y que abren con puntualidad británica una de las bandas más activas de la región, Leather Boys, a quienes este año hemos cubierto ya en no pocas citas. Siempre es un gusto que diría aquél. Abren con “Rebirth” ya en buena forma. Haciendo buen uso de la ineludible tarima de Acapulco y dejando un muy buen sonido. Pocas comodidades sobre el escenario. Su backline colocado delante del correspondiente al cabeza de cartel restaba algo de movilidad a los chicos.

Que da igual porque enseguida enlazan tres temas y la audiencia, muy a favor de obra, les recibe con los brazos abiertos y muchas ganas de pasarlo bien. No es hasta “Fairy Tales From The Underground” que se permiten una pequeña pausa, cogen algo de aire y Leather Sex la emprende con su habitual ristra de comentarios jocosos. “Esta es la juventud del papa”, grita Acapulco. Fue un set de gran comunión con la gente. Un público al que han sabido macerar a fuerza de encadenar buenos shows y que ahora responde a su desempeño con el cada vez más habitual “Leather Boys, qué hijo puta sois”.

Crujen algunas rodillas cuando Leather Rose nos manda al suelo en “St Mary’s Dance”. Leather Latin Lover aprovechó entonces las virtudes del inalámbrico y se perdió entre la gente. Mientras tanto, Leather Sex confeccionaba uno de los solos más certeros del set. Es el propio bajista de la formación asturiana quien carga con alguna de las estrofas de “To The Curb”, uno de sus cortes más rotundos y potentes. Tras una pequeña ristra de agradecimientos llegaría el turno de “Born In the 70’s”, un corte que ya apunta a clásico para la banda y que recibimos de buen grado. Su despedida, furibunda interpretación del “Ace Of Spades” mediante, provoca su habitual catarsis final con Leather Latin Lover haciendo crowd surfing y Sex & Rose perdiéndose entre la gente. Siempre divertidos.

Con su propio backline emergiendo de la parte de atrás del escenario, unos amplis Marshall con pinta de haber conocido tiempos mejores, llegaba el turno de los indómitos Nashville Pussy. La banda radicada en Atlanta volvió a dar una lección de rock and roll efervescente, repleto de actitud y potencia, en una encarnación que de tan orgánica nos puso los pelos de punta a más de uno.

Ningún aditamento más allá del parche que recubre el bombo de la batería y el telón de fondo. Pero toneladas de energía. El año que viene se cumplirán veinte años de mi primer encuentro con ellos pero parece que por Blaine y Ruyter no haya pasado el tiempo. Sus caras pueden mostrar más arrugas a día de hoy. Su rock and roll sigue igual de sórdido y ardiente.

La inicial “Pussy’s Not A Dirty Word” ya nos pone sobre aviso de la que se nos viene encima. Blaine Cartwright, el sombrero y las gafas azules, enfrenta las estrofas con su actitud de toda la vida. La sala vibra casi con cada acorde y, haciendo memoria, puede ser que desde Sex Museum nadie sonara a semejante volumen en la sala gijonesa. No es hasta el tercer tema del set, “She’s Got The Drugs”, que el cuarteto se toma un respiro. Emerge aquí una siempre inquieta Ruyter Suys, que extrajo un estupendo solo de una de las SG más desvencijadas que hemos visto en bastante tiempo.

La facilona “Come On Come On” sería a la larga una de las más coreadas de esta parte inicial del set. “Rock in the old fashioned way” había dejado dicho Cartwright. Y tanto que sí. La bajista Bonnie Buitrago parece haber caído de pie en el seno de la banda. Sus buenos coros en “Speed Machine” en particular y a lo largo del set en general así lo atestiguan. El matrimonio es el lógico punto focal de Nashville Pussy pero, como es lógico y evidente, sin su aportación ni la del renombrado Dusty Watson a los parches la banda no funcionaría en la medida en que lo hace. El de “High As Hell” podría ser fácilmente mi riff favorito del set. Cuando se dan al rock sin medida, a la pura adrenalina, como es el caso en “Ain’t Your Business”, pocas bandas del género le podrán hacer sombra a los de Atlanta.

Que si sabemos qué son las drogas, pregunta Blaine, a lo que la audiencia responde con chascarrillos diversos y la banda con una “You Give Drugs A Bad Name” a la que Suys imprime un cierto aire a ZZ Top que no pasaría inadvertido. Menos el rock enfebrecido de “Going Down”, con Watson aporreando los parches con desmedida saña para uno de lo pildorazos más furibundos de la noche. Y fíjate que no fue un show sin inconvenientes. La guitarra de Suys había dado algún problema a la salida de la banda. Pero para cuando echa mano de su wah color rosa en “Testify”, el cuarteto da cumplido testimonio de su gran momento de forma. Blaine, que para este tema en particular abandonó su igualmente gastada Explorer, entregó aquí alguna de las mejores voces de la noche. De nuevo a dos guitarras la banda ofrecería entonces uno de los cortes más grasientos a través de “Everybody’s Fault But Mine”, con Cartwright extrayendo lo mejor de cuanto quedaba en su maltratada garganta. A “Strutting Cock” la precede un pequeño pero esforzado solo de batería. Suys agitaba la toalla en dirección a Watson y no era para menos.

Suys paseó la botella de Jack Daniels por el mástil de su SG en “Hate And Whiskey” y la banda se tomó un pequeño respiro. Más que merecido a estas alturas, desde luego. Y es que después “Philbilly Blues” sonó tan por encima de la versión de estudio que aquello parecía casi absurdo. Como toda buena banda de rock and roll son un animal de directo y “Till The Meat Falls Off The Bone”, de nuevo con Cartwright abandonando su Explorer y aprovechando para jugar con el pie de micro, no hace sino atestiguarlo. Volvería a calzarse su leal Gibson para apoyar el solo de Suys y cerrar un set que ya entonces cotizaba entre los mejores de cuantos hemos visto este año. Blaine lo culminó quitándose el sombrero, arrojando un par de cervezas sobre él y bebiendo de ellas después, rubricando así la fiesta que habíamos vivido.

Pero a la que aún le quedaban sus bises de rigor. A saber: la intensidad de la cachonda “Rub It To Death”, la tremenda efectividad de la más vacilona “Why Why Why” y el cierre con la cierta sordidez de “Go Motherfucker Go” pondrían el broche a otra gran noche de rock and roll. Ruyter la cerraría rompiendo las cuerdas de su vieja SG. No paró hasta que no le tiró las seis a la gente. Que nunca nos falten.
Qué gran noche. Disculpen que nos fuéramos con más premura que en ocasiones anteriores, aún teníamos una buena ruta por delante, por lo que me gustaría aprovechar para mandar un saludo a toda la buena gente con que nos cruzamos en la noche del viernes y también dar las gracias a la organización por todas las facilidades. Ya saben: nos vemos en el siguiente.

Texto: David Naves

Fotos: José Ángel Muñiz


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